viernes, 1 de febrero de 2008

Las máscaras de carnaval y los disfraces para exorcizar y befar

Antiguamente una de las funciones de las máscaras era simbolizar las fuerzas de la vegetación, del mundo animal, de los muertos, y se utilizaban en varios rituales religiosos. El culto de máscaras rituales, de los ornamentos simbólicos, de los tatuajes, no es folclore, sino que representa el arcano eco de civilizaciones desaparecidas, expresan el eterno triunfo de la vida y exorcizan el ancestral miedo a la muerte. Su nombre "máscara" parece que derive de una palabra latina "mascus" que quiere decir "fantasma". Las primitivas máscaras del teatro griego, y después el romano, se utilizaban en cambio para caracterizar el personaje representado en escena.
Al final del la Edad Media, el disfraz y las máscaras empiezan a tener mucha difusión en los carnavales urbanos y se utilizan prevalentemente para befar las figuras jerárquicas.
Muchas máscaras carnavalescas representan a espantosos seres del mundo infernal, a los muertos y fantasmas, que vienen para exorcizar a la muerte. Los "mamuthones nuoreses", que van vestidos con pieles y cargados de cencerros, son máscaras trágicas que se relacionan con los rituales agrícolas y su obligación es practicar danzas propiciatorias para una buena cosecha. El "Re Carnevale" de Boloña, el "Re Nasone" a Nápoles, son unos personajes gordos que representan a la comida grasa y abundante de estos excepcionales días. "Donna Quaresima" es, en cambio, una máscara alta y huesuda vestida de negro, que representa la comida magra y escasa de la próxima época de penitencia.
Como podemos apreciar, las máscaras tienen varios significados, y en los actuales carnavales los encontramos practicamente todos.

Buñuelos de manzana a la veneciana
(Italia)


ingredientes:
100 g de harina de trigo
25 g de azúcar
manzanas
1 huevo
1 vasito de aguardiente
aceite de oliva
un vaso de leche
una pizca de sal

Pelar y cortar las manzanas en círculos.
Preparar una pasta fluída con el huevo, la harina, el aguandienta, el azúcar y una pizca de sal.
Introducir las manzanas en el preparado.
Poner una sartén al fuego y calentar abundante aceite.
Coger las manzanas con una cuchara, junto con la pasta, y freirlas pocas a la vez. Sacarlas bien doradas, escurrirlas encima de un papel de cocina, rociarlas de azúcar y servir.
Se comen calientes.

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